miércoles, 18 de junio de 2008

... Y EL MUSICAL TAMBIÉN.

La maravillosa Cyd Charisse, ayer, a los 86 años. Mierda.

Unas piernas inolvidables en "Cantando bajo la lluvia".

TERMINATOR SE QUEDA HUÉRFANO.


El pasado lunes fallecía de cáncer el creador y supervisor de efectos especiales Stan Winston. Considerado por la industria como uno de los más grandes en su campo, ha sido el padre de algunos de los personajes y criaturas del imaginario fantástico más populares del final del siglo XX. Ganador de 3 Oscars, sus trabajos con Spielberg, Cameron o Burton lo convirtieron en el más digno sucesor del gran Ray Harryhausen, y deja un legado imperecedero en la historia del cine.
Adiós maestro.

jueves, 12 de junio de 2008

MIS NEURAS EN "MUCHACHADA".

Arrabal, Jodorowsky, Dragó... Joer, todas mis paranoias juntas en un sketch. Si es que parece que estos mostrencos me leen la mente. ¡Ay! que me peto.

miércoles, 4 de junio de 2008

UNA COSA ES UNA COSA Y OTRA COSA ES OTRA COSA.

Se que que ya está casi todo dicho, pero resulta bastante clarificador (vía "Con C de Arte"):

"Hay un problema en el modo en que mucha gente habla sobre cómics: es muy duro hablar de ellos como cómics. Westerns, novela romántica decimonónica, cine negro: esos son géneros. Tipos de relatos con categorías específicas de temas y convenciones en su contenido y en su presentación (las historias sobre superhéroes también son un género). Narrativa en prosa, escultura, video: eso, igual que los cómics, son medios. Formas de expresión que tienen pocas reglas o ninguna respecto a su contenido, más que las más inequívocas impuestas por su propia forma.

Sin embargo, hay una razón para cometer ese error. Hasta hace unos veinte años, el modo en que casi todo el mundo veía al medio estaba íntimamente unido a un puñado de géneros. Eso es lo que hacía dinero para las grandes compañías de cómics-pulp: superhéroes, en su mayoría, pero a veces cómics de horror, románticos, de ciencia-ficción o de crímenes, cada cual con sus códigos familiares y sus fórmulas.

(…) Otro error común es afirmar que los cómics intelectuales, de algún modo, no son realmente cómics sino algo diferente (preferentemente con un nombre más lujoso, como abordaremos en el capítulo 3). Diferentes no sólo en la raza sino también en la especie de sus homónimos de la cultura de masas. Hay cierta conciencia de clase con la nariz-en-alto inherente en este argumento; es evidente, por ejemplo, en una reseña de Gloria Emerson en el número de The Nation del 16 de junio de 2003:: “Nunca he tenido el hábito de leer cómics”, escribía, “así que, al principio, estaba ligeramente sorprendida por Persépolis, de Marjane Satrapi. Pero es una artista de tanto talento y sus dibujos en blanco y negro son tan cautivadores, que parece erróneo llamar cómic a sus memorias. Más bien es una ‘memoria gráfica’ en la tradición de Maus, la brillante historia sobre el Holocausto de Art Spiegelman”. Si no ves qué hay de erróneo en el pasaje, imagínate comenzando: “Nunca he tenido el hábito de ver películas…”, y terminando con la afirmación de que, digamos, Syriana no es realmente una película sino una “narrativa cinemática” en la tradición de Salvar al soldado Ryan.

La confusión género/medio es un error de ignorancia, mientras que la táctica si-es-profundo-en-realidad-no-es-cómic se trata simplemente de un caso de esnobismo (en el sentido de querer establecer una distinción entre el gusto de uno y el gusto de la masa). Pero el mayor error arraigado en el lenguaje para escribir sobre cómics es tratarlos particularmente como si fueran extraños, o fallidos, ejemplos de otros medios. Los buenos cómics son descritos a veces como “cinemáticos” (si tienen algún tipo de amplio scope visual o imitan un tipo conocido de película) o “novelísticos” (si contienen detalles comentados agudamente, o simplemente lleva un buen rato leerlos). Esas pueden ser palabras descriptivas cuando se aplican a los tebeos. Es casi un insulto, sin embargo, usarlas como cumplidos. Usarlas como elogio implica que los cómics aspiran como forma (más o menos sin éxito) a ser películas o novelas. "

Extraido del primer capítulo del ensayo crítico de Douglas Wolk "READING COMICS: HOW GRAPHIC NOVELS WORK AND WHAT THEY MEAN".





Y AHORA...MEL FERRER.


Un año aciago para el Séptimo Arte.

martes, 3 de junio de 2008

LA GUERRA DE MAX FRIDMAN.


Presentado en el último Saló de Barcelona, el retorno del mejor Vittorio Giardino a las estanterías de las tiendas no podía ser de otra manera que con la vuelta de su personaje más conocido. Y que publique Giardino es ya de por sí un acontecimiento, dadas las dificultades que este diseñador industrial metido a dibujante de tebeos encuentra para publicar sus elaborados trabajos.
La conclusión de la última aventura del espía y aventurero de los servicios secretos suizos es, probablemente junto con su obra más laureada "Jonas Fink", su trabajo más personal. No en vano, las correrías de Fridman en busca de su amigo desaparecido, por una España cubierta por el velo de sangre de una guerra fratizida, han tardado en completarse la friolera de 10 años.
Prodigio de documentación y de trazo limpio y preciosista (con los años Giardino ha ido depurando su estilo de corte realista y línea clarísima hasta convertir sus viñetas en pequeños cuadros), su visión del conflicto a través de los ojos de un extranjero (un exbrigadista internacional desencantado) se aproxima más al análisis crítico de "Tierra y Libertad" de Loach que al romanticismo de cartón-piedra de Hemingway. Y en la primorosa edición que Norma ha hecho del tercer álbum de "¡No pasarán!" (elocuentemente subtitulado "sin ilusión"), al igual que en los dos precedentes, se nos regala un prólogo a modo de resumen e introducción que nos pone en antecedentes (es recomendable, no obstante, releer de golpe los tres volúmenes), preparándonos para un final no por previsible menos amargo. El personaje, que ha evolucionado a lo largo de sus muchos años de aventuras hacia el excepticismo, parece completar un ciclo con este periplo en busca de su pasado. De este modo, y en el tramo final de una de las últimas guerras románticas del Occidente europeo (pocos tiempo después, la 2ª Guerra Mundial vendría a multiplicar por diez el concepto de guerra justa), las peripecias e intrigas políticas acabarán por pasar factura física y moral al ya ajado protagonista, dejándonos la sensación de que, a pesar de que algunos de las misteriosas lagunas en su historia se han resuelto, su vida como aventurero, espía y trotamundos toca a su fin. Y ese regusto amargo que nos queda al terminar toda buena historia, no puede hacernos olvidar en ningún momento la sensación de que la espera ha merecido la pena.