jueves, 24 de enero de 2008

FINAL FELIZ.



I

Coloqué con trabajosa dificultad la última grapa sobre su ojo derecho. El chasquido no sonó tan fuerte como los anteriores, sin embargo el gemido fue en esta ocasión mucho más perceptible. Fue entonces cuando empecé a sentirme incómodo con el sudor que resbalaba por mi sien y se introducía por mi boca, mezclándose con las salpicaduras de sangre. Las grapas en sus labios no podían impedir un ronroneo casi inaudible de súplica que comenzaba a producirme un leve dolor de cabeza. Quizás fue este insignificante detalle el que hizo que pensara que ya lo había alargado demasiado. El enorme cuchillo de cocina relampagueó con cegadora intensidad sobre mi cabeza, refractando hacía la pared contigua la luz que penetraba por las estrechas rendijas de la persiana. Un segundo después el crujido reventando la caja torácica me recordó que acababa de matar a alguien. Permanecí en estado de shock durante unos veinte minutos y luego me desplomé, agotado, sobre las tibias tablas del suelo de parqué.

II

Mi grito hizo añicos el silencio de la noche. Sudaba copiosamente, pero no había ni rastro de sangre, ni cuerpo, ni cuchillo. Sólo mi habitación permanecía real, inalterable, en medio de la más absoluta obscuridad. Me toqué la cara para comprobar que, en efecto, estaba despierto. Otra vez la misma pesadilla, vívida hasta en sus más mínimos detalles, y el mismo agónico despertar entre estertores al llegar a su zenit, a su orgiástico final de horror y muerte. Puntual, como cada noche durante las tres últimas semanas, aquella visión me había torturado de un modo metódico, casi matemático, jugando con mi cordura en un constante "tour de force". Como en anteriores ocasiones, me repetí una y otra vez que sólo era un sueño. Una piadosa somnolencia se apoderó de mí al cabo de un período indeterminado de tiempo, enviándome de regreso a los dominios de Morfeo.

III

El despertador me sobresaltó a las siete en punto. ¿Cuánto había dormido desde que me despertara de madrugada? Encendí la luz a tientas, con los ojos a medio abrir y aún embotados, y abrí la boca en una mueca desencajada. No fui capaz de articular sonido alguno, aunque mis cuerdas vocales pugnaban por pronunciar algo parecido a un NO. Todo empezó a dar vueltas a mi alrededor ante el espectáculo dantesco que me rodeaba. El cuerpo horriblemente mutilado, el cuchillo, el parqué encharcado de una sangre espesa y negruzca. Todo estaba allí ahora, recordándome, otra vez, que yo era un asesino, una bestia capaz de las mayores atrocidades. Entonces lo entendí todo. Algo se iluminó dentro mí y pude ver la verdad, clara y meridiana, que hasta ese momento había sido velada por mi bienintencionado subconsciente. Salté por encima del cadáver y me dirigí a la cocina en busca de los utensilios de limpieza y, en ese breve trayecto, me sorprendí a mí mismo tarareando "Canta y sé feliz" de Peret.


















4 comentarios:

Carlos Castedo dijo...

Salva, me das miedo, ¿esto lo ha leído Mariló? Oye, está muy bien, quizá demasiado sangriento, pero chulo. Lo que no entiendo es el título.

Anónimo dijo...

Desde luego, Carlos!! Me estás decepcionando, mira que no entender el título, no sabías que Salva es un tío sin escrúpulos, se la suda ser un asesino, por cierto, Salvaaa!! ¿Eres un asesino?, no te basta con ser un "Freak" a secas..

Anónimo dijo...

Por cierto, me ha gustado mucho.

SALVATRON dijo...

¿Sangriento? Joder, y yo que pensaba que lo había rebajado.

Por cierto, gracias por los elogios.