jueves, 11 de septiembre de 2008

MÁS VERANO PSICOTRÓNICO.

Continúo mi repaso a las cosas que he videado en mis vacas con dos películas inclasificables:

La primera es "Oro Maldito", un eurowestern del año 67 coproducido entre España e Italia, dirigido por el singular Giulio Questi ("La muerte ha puesto un huevo"). Una historia de venganzas, balas de oro y resurrecciones, aderezada con varias escenas absolutamente brutales. Puestos a definiciones absurdas, se podría describir como un híbrido entre Linch, Craven y Leone. Ah!, también salen cow-boys gays.

Escena hard: el maloso muriendo abrasado por el oro derretido.







Que me quemorllll!!








Y para redondear el post un clásico de las cutre-artes-marciales, nada más y nada menos que la mítica "El luchador manco", dirigida y protagonizada por Yu Wang (él se lo guisa y él se lo come). En la típica de escuelas enfrentadas, el prota pierde una mano (en una escena igual de delirante que las restantes de la película) y un anciano maestro le enseña una técnica que lo convierte en una máquina de luchar. Atención a los rivales contratados por el malvado enemigo de nuestro héroe: un fakir hindú que hace el pino, un japonés con colmillos, unos monjes tibetanos que se hinflan, dos muai-thais más feos que picio y un bestia (a secas).

Escena inenarrable: el bueno caminando con tan sólo dos dedos boca abajo y a cámara rápida.







Y esta es la mano güena.







¡VIVA EL CINE DE DERRIBO!

4 comentarios:

Carlos Castedo dijo...

Salvatrón, ya te encontré el sábado un poco mal, pero no te pregunté por no preocuparte. Está claro, tu verano ha sido extrafriki.
El luchador manco tiene cierto nombre, pero no la he visto. La otra la desconocía.

SALVATRON dijo...

Amiguete, "Oro maldito" es una de esas raras avis que he rastreado por internet, movido por una referencia que encontre en un blog especialidado en el western europeo.
Esto de los subgéneros es todo un mundo.

Anónimo dijo...

Ya lo se que lo sufro en carnes y en oidos los frikismos del salvatore. Pero también tiene su parte buena, es imposible aburrirse, y cada día algo nuevo. Que bello es vivir. Mariló.

Anónimo dijo...
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